Yolanda Cruz
Por tercer año consecutivo, una selección de cortometrajes participantes en el festival de cortometrajes VisualízaMe, Audiovisual & Mujer que organiza Fundación Inquietarte, completa el programa de actividades con las que el Ayuntamiento de Villa del Río ha celebrado el día internacional contra la violencia machista.
En en las dos primeras visitas de VisualízaMe a la localidad cordobesa, en el teatro Olimpia se dieron cita colectivos culturales y asociaciones de mujeres, En esta tercera actuación los destinatarios han sido los más jóvenes, estudiantes de ESO. Más de 170 alumnos y alumnas del instituto Nuestra Señora de la Estrella y del colegio concertado, Divina Infantita, se han acercado a la realidad de la Violencia Machista y a sus consecuencias a través de las miradas de varias realizadoras y realizadores cuyos trabajos han participado en la IV edición del festival.
El pasado viernes, 28 de noviembre, se proyectaron los cortometrajes “¡Calle!” de Sara Esteban y María Olalla Olea (2013), “Insania” de Daniel Diosdado (2013), “Entre colegas” de Mabel Lozano (2014), “Al otro lado de la puerta” de María Soriano Rodríguez (2013), “Asesinos ¿dígame?” de Raquel Polo (2013), “María” de Mónica Lairana (2013), Premio al Mejor Cortometraje de Ficción IV VisualízaMe, “Moiré” de Juancho Bañuelos y Estefanía Cortés (2014), y el cortometraje “Mi tatuaje”, de Cristina Lafuente Echevarri (2012), producido por Fundación Inquietarte.
La violencia machista se muestra a través de estos trabajos desde distintas perspectivas; Sara Esteban y María Olalla Olea critican la “sordera y ceguera” voluntarias y cómodas con las que, a entender de las realizadoras, parte de los sociedad se evade de la obligación moral de ayudar a las víctimas de la violencia machista, “¡Calle!”, denuncia la deshumanización social que en cortos como en “María” de Mónica Lairana se extrema hasta llegar a mostrar una animalización de las víctimas a manos de, en este caso, de sus explotadores, para denunciar el cada vez mayor número de mujeres objeto de trata, sometidas a esclavitud sexual. La esclavitud sexual y la prostitución también es el argumento central de “Entre colegas” (2014) de Mabel Lozano, en este caso como argumento de debate entre estudiantes tanto de instituto como de universidad.
La violación está presente en dos de los cortometrajes proyectados; “Insania” (2013) de Daniel Diosdado y “Al otro lado de la puerta” (2013) de María Soriano Rodríguez. Ambientados en épocas diferentes, la actualidad y la posguerra, presentan algo en común, en sendas historias, las víctimas abandonan la actitud pasiva de la “reacción” ante la agresión para actuar, para ser agentes activos e impedir la consumación del delito.
Las víctimas colaterales de la violencia machista tiene eco en cortos como “Moiré” (2014) de Juancho Bañuelos y Estefanía Cortés, en el que un niño de unos 10 años crece sin la posibilidad de que se le permita la exploración de su sexualidad y la búsqueda de su identidad, en un cotidianidad costumbrista en la que todo gira alrededor del cabeza de familia, el abuelo, déspota y autoritario, del que su madre y su abuela lo esconden.
La normalización social de comportamientos y actitudes machistas, entendidos como los primeros estadios de una potencial violencia machista empiezan a dejarse sentir en la población más joven, entre chicos y chicas de 15 a 16 años. El concepto de propiedad en la pareja y la desigualdad que este genera entre los miembros de la pareja es tema cuyo debate facilitó el cortometraje “Mi tatuaje”, de Cristina Lafuente Echevarri (2012).
Y la normalización pero llevada al límite es lo que propone Raquel Polo en su transgresor trabajo “Asesinos ¿dígame?” (2013). Deshumanización y normalización que provocarían el cambio de rol para los maltratadores que abandonarían su papel de verdugos para ser las víctimas.
Del debate que siguió a la proyección de cada uno de los cortos se desprenden algunas conclusiones que no dejan de ser alarmantes; los jóvenes tienen asumidos roles de pareja que les inducen a actuar de modo dominante a ellos y complaciente a ellas, comportamientos dañinos ambos y motivados por la inseguridad que les genera el otro, el temor a su abandono.
Tales testimonios fueron compartidos por algunos de los jóvenes camuflados de bromas, por turnos abucheados por el sexo contrario y jaleados por el propio. Los roles y comportamientos imitados por los jóvenes no son solo los que pueden ver en sus respectivas casas a través de la relación que mantienen sus progenitores entre sí o con ellos, o cualesquiera otras figuras referentes. Los productos audiovisuales que consumen, principalmente series de TV y Reality Shows, son los soportes a través de los que estos jóvenes reciben los modelos a seguir. La escasa o nula educación audiovisual que padecen los mantiene en el grupo de espectadores receptores pasivos sin capacidad de reflexión ni, por consiguiente, de autocrítica.
La toma de conciencia de lo condicionado de su comportamiento, debido precisamente a la inconsciencia con la que consumen estos productos audiovisuales, ha sido uno de los objetivos alcanzados con la proyección, así como la “re-catalogación” de algunos de sus comportamientos a la hora de relacionarse con el sexo contrario, no entendidos hasta ese momento como comportamientos machistas, ni por los chicos ni por las chicas.
Experiencias didácticas como esta me llevan a concluir en la urgencia de incluir la alfabetización audiovisual en la educación para colaborar en el correcto desarrollo cognitivo de niños y adolescentes, que les permita crecer a la par que lo hace la educación de su mirada.
|