Aarón Rodriguez analiza y escruta la pelicula producida por la Universidad Europea y Fundación Inquietarte en su página especializada "Miradas de cine".
"Los directores de La noche del mundo (Fernando Ávila y Nacho Sacaluga, 2016) han estudiado con precisión el truco de magia del sistema totalitario. Ahora lo ven, ahora no lo ven. Donde antes había un hombre ahora queda un trozo de tierra, un paréntesis por el que fluye el viento durante décadas, ataques de angustia, antidepresivos, masticar el alambre de espino de las noches en vela y los hijos sin padre/madre que vele sus noches. También se ha discutido mucho sobre los genocidios del XX, sobre quién mató más y quién tiene que recibir más pasta, más subvenciones, más restitución, quién es más víctima y quién sale más guapo en la foto de Hollywood. En el fondo —y creo que algo de eso hay trazado en la película— todos los grandes genocidios del XX han sido una suerte de aprendizaje continuo, aprendizaje basado en problemas y en competencias asesinas, aprendizaje colaborativo entre verdugos. No está de más recordar que una cierta Argentina recibió con los brazos abiertos a los carniceros nazis que se dieron el piro durante el hundimiento con los bolsillos tintineantes de los dientes de oro y otros cuproníqueles judíos. Es lo que tienen los genocidios: que hermanan mucho a los pueblos".
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