Año 2008, hasta el día de hoy
67 (otras 5 están en investigación) mujeres asesinadas en España por sus hombres
Como no conviene olvidar de donde parten las ideas y sus consecuencias lean estas palabras del segundo abad de Cluny, Odón, que ejerció como tal entre los años 927 y el 942.
“La belleza del cuerpo de la mujer sólo reside en la piel. En efecto, si los hombres vieran lo que hay debajo de la piel, la visión de las mujeres les daría náuseas (…) Puesto que ni con la punta de los dedos toleraríamos tocar un escupitajo o un excremento, ¿cómo podemos desear ese saco de heces?”.
La orden cluniacense influyó decisivamente en la misoginia que después dirigiría la Iglesia romana apoyándose en la doctrina de Santo Tomás de Aquino, canonizado en 1323 y declarado Doctor de la Iglesia en 1567.
Así de claro lo contó Andrés Guijarro, subdirector de la revista “Memoria” en un artículo sobre la vida de las mujeres en la Edad Media en el número 5 de la publicación.
“Las tesis tomistas, reflejadas en su Summa Theológica, unen las ideas del Levítico sobre la impureza de la mujer, criticadas ya en el siglo VII por San Gregorio I, con las demostraciones aristotélicas sobre la inferioridad fisiológica de ésta, en las que la mujer es un hombre mutilado y deforme, a medio camino entre éste y los animales. En este contexto, el culto mariano y el “amor cortés” no constituirán una glorificación de la femineidad, sino un corsé de pasividad y sometimiento al varón para intentar controlar la supuesta voracidad sexual de la mujer, pecadora y libidinosa por naturaleza, que tanto obsesionó a los clérigos de la Baja Edad Media y el renacimiento, y en cuya creación influyó decididamente la orden cluniacense”.
Otro ejemplo de esa época de nuestra historia que tanto “renacimiento” nos traería es el de las barraganas. Las barraganas eran mujeres que por viudez o por extrema pobreza aceptaban convivir con un hombre con una especie de contrato de servidumbre, por supuesto disoluble, y con una consideración social extremadamente baja. Barraganas también hubo de clérigos, hasta que el Concilio de Valladolid (1228) decidió intentar terminar con estas situaciones y tiró por la calle de en medio. Así, sin más contemplaciones, se ordenó a los obispos que denunciaran a quienes convivían con barraganas de esta forma tan explícita:
“Establezcamos que denuncien por excomulgadas todas las barraganas públicas de los dichos clérigos y beneficiados, e si morieren que las entierren en la sepultura de las bestias”.
Todavía algunos pedían el año pasado la canonización de Isabel, la reina Católica y queda por pedir perdón por las actividades del gran invento de la Santa Inquisición que tanta “cultura” y “educación” exportó desde España al mundo. Los catecismos que estudiamos de niños en los colegios de la “gloriosa cruzada” nos recordaban las enseñanzas de todos estos grandes hombres, ejemplos de vida para todos nosotros.
Y de aquí parte todo…
Jesús Pozo
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