Con el poso que dejan la experiencia y la memoria, César Antonio Molina ha construido el poemario "Eume", nombre del río gallego de su infancia al que ha regresado tras mucho viajar por el mundo para convertirlo en protagonista de este libro "de madurez", escrito en gallego y que ahora sale en edición bilingüe.
"Plutarco dejó escrito que, para los griegos, el primer requisito de felicidad era haber nacido en una ciudad con un río famoso", dice en el libro César Antonio Molina (La Coruña, 1953), poeta, crítico, periodista y ensayista, que, además, y por si fuera poco, es el ministro de Cultura del Gobierno de España. También fue director del Instituto Cervantes y del Círculo de Bellas Artes.
Y es que Molina, que por su trabajo ha conocido gran parte del mundo y de sus ríos más simbólicos, comenta a Efe que un día de lluvia, esperando un vuelo en el aeropuerto de Pekín, su memoria le llevó al Eume.
"Pensé que tal vez estaría también lloviendo allí y sentí que, a pesar de que era un río humilde, ajeno al tránsito de la vida y sin participación en los grandes acontecimientos de la historia, como yo mismo -aclara-, sí que había manado desde los orígenes del mundo y "era el río de todos los ríos".
Una idea metafísica del río, como lugar de iniciación, como elemento sagrado y lugar de todos los lugares, y un nombre, el Eume, que sirve para todos los nombres fluviales porque siempre será el mismo río que corre por nuestro interior.
Y es que ya lo dijo el poeta Antonio Gamoneda, a quien este escritor "furtivo", como le gusta llamarse, considera una de sus referencias junto con José Ángel Valente, Ángel Crespo, María Zambrano o Unamuno: "Molina el lugar que busca es un lugar inmóvil. Su poética es permanente. Su viaje es permanecer en constante revelación".
Editado por Pre-textos, "Eume", que salió primero en gallego, ha sido traducido por Tereixa Roca y Luis G.Soto, con la supervisión de Molina, que ha dedicado tres años, casi en exclusiva, a tejer este volumen, que ha podido escribir, dice, gracias "al recorrido" que le ha dado el medio siglo que lleva en este mundo, sus viajes y conocimientos, y a tener "una conciencia clara del destino".
En el libro, que es un canto a la naturaleza, a lo originario, existe un anhelo de silencio: "¡Ay!/si encontrase/a alguien/que olvidara el lenguaje/para tener con quien hablar". Pero también es una ventana por donde asoman religiones y filosofías, oriente y occidente, diálogos entre ríos y murmullos de aguas de aquí y allá.
En estas páginas Molina utiliza el panteísmo de la naturaleza y la nombra con sus palabras, buscando sus símbolos e intentando atrapar el sonido de la creación. "De esa naturaleza que vamos perdiendo, arrasándola".
Este quehacer literario forjado con la materia de la experiencia y la memoria, lo comparte Molina con su tarea actual al frente de la cartera de Cultura. Quitándole horas al sueño, una tarea que viene de lejos desde que a los 13 años comenzó a escribir y a colaborar en el "Faro de Vigo". Después siempre gestionando de alguna u otra manera la agenda cultura de este país.
"Mi lucha ha sido siempre por la cultura, por los escritores, el cine, la pintura, el teatro..., pero es una lucha sin sangre. Al fin y al cabo, no he ido a Lepanto, como Cervantes", explica con humor este prolífico creador que sacará el próximo año el cuarto volumen de sus memorias, que lleva por título "Lugares donde se calma el dolor", una antología de sus ensayos y la novena edición de su poemario en gallego "Fin de finisterre", que saldrá en bilingüe.
Carmen Sigüenza.
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