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lunes, 30 de noviembre de 2015
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Violencias machistas, la amenaza de los invisible / Yolanda Cruz
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Los jóvenes no reconocen comportamientos machistas en sus relaciones de pareja
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A muchos adultos les cuesta participar en un debate sin personalizar y justificar sus opiniones
Lo que no se cuenta no existe, no sucede, esta sentencia es consecuencia del mercantilismo informativo que promueven los medios de comunicación, Mass Media, que sustentan nuestra sociedad, la Sociedad de la Información. De este modo, para que un acontecimiento adquiera la categoría de real en el imaginario colectivo ha de contar con una constancia mediática. A partir de ahí, el consumidor de información, el público, reaccionará ante el suceso en base al modo en el que dicho acontecimiento, ya “real”, haya sido contado.
Si ese acontecimiento es la violencia infligida a una mujer por su pareja o su expareja, Violencia de Género, debe cumplir un requisito más para ser incluido en la agenda informativa de un medio de comunicación, la muerte de la víctima o, en el mejor de los casos, el haber sobrevivido a una brutal agresión. A partir de ahí, se pone en marcha el engranaje de la cadena de manufacturación del producto informativo y el acontecimiento pasará a formar parte de los contenidos que configuran el bloque de breves o no, dependiendo de la audiencia que pueda suponer y de los datos que el medio maneje a la hora de lanzar la información al aire, pero, inexorablemente, siempre ocupará un lugar en el apartado de sucesos.
El público no se identifica con un suceso que lo mismo parece un caso aislado, fruto de unas circunstancias muy concretas, que pasará a ser una cifra más de agresores o de víctimas. Lejos de entender la Violencia Machista como un problema estructural de nuestra sociedad, lo vemos desde la distancia y el alivio de no identificarnos ni con el perfil de ellos ni el de ellas. Y mientras todo este proceso tiene lugar, ¿qué ha sucedido con la Violencia de Género que no termina con la muerte de la víctima?, nada. No se visibilizan ni la violencia psicológica, ni la económica ni la mediática, no se muestran, no se enseñan, luego, para el público, no solo no existen si no que, al no existir como delito y agresión, no permiten la identificación de la audiencia ni la detección.
Esas violencias invisibles se muestran en algunos de los cortometrajes que han participado en la V edición de VisualízaMe, en unos casos, de modo consciente, como denuncia y con la intención de despertar conciencias, en otros, aparentemente de modo inconsciente, como algo cotidiano y que como tal llega a la audiencia.
La itinerancia del V VisualízaMe se ha inaugurado en Córdoba. El 24 de noviembre, con una jornada formativa para el PAS de la Universidad y el 26 con el desarrollo de una unidad de didáctica para alumnos de ESO en la localidad de Villa del Río, en ambos casos, la Violencia Machista ha sido el argumento de la proyección y de los contenidos.
Violencia y religión, el terrorismo silencioso
Todo lo que vemos es una perspectiva y no la verdad (Marco Aurelio, 121-180)
Los realizadores Niony Rungano y Hamy Ramezan (2015), ganadores del Premio Especial Cátedra de Economía Solidaria de la Universidad Abat Oliba CEU, se atreven con la producción danesa, Listen a mostrarnos todo lo que se oculta tras la cara descubierta, los ojos de mirada viva, enmarcados en una cejas exquisitamente depiladas y el rostro maquillado de una hermosa intérprete de árabe en una comisaria de cualquier ciudad de Dinamarca; la espada en la tierra de Alá, el integrismo islámico camuflado en la falsa apariencia de una joven occidentalizada que colabora con la justicia, la ley, y el orden. Una pareja de policías, ciegos ante el burka que esconde a una mujer, esposa y madre, a la que la religión y el poder que esta confiere a su marido sentencian a muerte. Un adolescente náufrago entre dos culturas, que para escapar de la opresión opta por sustituir al opresor. Rungano y Ramezan desvelan lo oculto dando visibilidad a una violencia socialmente sostenida.
17 minutos
Las distintas fases por las que pasa una relación de pareja desde la “normalidad” a la Violencia de Género mostrada en 17 minutos es el trabajo que realiza Marta Bayarri en Una nit (2014). Del arquetipo de caperucita roja desde el que, tan a menudo, se pretende si no justificar, sí predecir algunos casos de Violencia de Género, la realizadora somete a los dos protagonistas a un proceso que solo puede acabar con la ocultación defensiva a la que conduce el miedo. Desde el minuto 2 el personaje masculino demuestra la minusvaloración a la que somete a la chica, de no escucharla pasa a hacerle beber un brebaje elaborado a base de semillas ingeridas por una especie de roedor y recuperadas de sus heces, lo que aparentemente es un chiste simboliza el juego de poder y sometimiento en el que se va a ver involucrada la chica, ciega y sorda ante una actitud despreciativa que ella misma se empeña en minimizar en pro de conseguir la aceptación masculina que le negó su inexistente padre.
El ojo que todo lo ve
Imaginemos un triángulo, ese que representa el ojo divino de dios, el vértice superior es el verbo, la palabra divina pronunciada por un sacerdote en su homilía, en otro vértice, el padre, y en el opuesto, la pareja, tres hombres para tres vértices y en medio, una mujer. Una orden de alejamiento no es lo suficientemente fuerte como para que un hombre denunciado por agresiones se disuada de buscar a su expareja, por el contrario, viaja hasta el pueblo natal de ambos donde ella se ha refugiado. Y así es como se llama el cortometraje de María Pardo, Pueblo (2014). Una historia en cuyo centro se mantiene, en falso equilibrio, una mujer infantilizada que, como un péndulo, ha ido del seno paterno a los brazos de su pareja y vuelta al amparo del padre, de la autoridad a al acoso, de este a la protección y la venganza cometida a escondidas en una calle oscura, donde la ley la marca el hombre, y en una iglesia, donde la Ley es la palabra de dios.
La explotación sexual normalizada…
… de los bares de alterne y la ineptitud de un caballero andante ilustran Cañón corto (2014) de Alejo Serrad, la historia de un hombre ninguneado y humillado para aquellos a quienes trabaja. Es el portero de un edificio, el guardián de los buzones y cubos de basura que intentará salvar a una de las inquilinas, por la que está obsesionado, del bar de alterne en el que trabaja como Stripper. El protagonista que, simbólicamente recupera su autoestima varonil con el hallazgo de un revolver que encuentra en la basura, se alza en defensor de la stripper y reta como macho armado al macho alfa, o proxeneta, en un peliculero envite que lo regresará, fracasado, a los cubos de basura.
El arroz de la esterilidad
Las víctimas de la decisión de Alberto Fujimori, presidente de la república de Perú entre 1990 y 2000, de esterilizar a la población indígena para evitar la pobreza son recordadas en una metáfora visual, The center of de room (2014) del realizador español, afincado en USA, Daniel Diosdado. Dos mujeres danzan, armadas con espadas, en el centro de una habitación, coreografía y música al servicio de la denuncia de la explotación del hombre por el hombre, la cosificación de hombres y mujeres a quienes se les priva de su capacidad reproductiva de modo arbitrario, a cambio de un saco de arroz.
“¿qué preferirías para tu hija…
… un hombre capaz de hacer lo que ha hecho mi hijo o…? la disyuntiva termina con la posibilidad de elegir a un hombre demasiado bueno, y es planteada por la madre de un chico que ha acosado a una compañera de instituto en los aseos, a la madre de la niña agredida. Interesante trabajo de Mónica Negueruela, Todos los niños lo hacen (2015). La violencia en las aulas debatida por dos madres, dos perfiles muy diferentes de mujer; una, segura de sí misma, prepotente y orgullosa, características que masculinizan al personaje; la otra, sumisa, incapaz de defenderse. Ambas adelantan los roles que asumen los hijos, imitadores por naturaleza de las actitudes de sus progenitores. El cortometraje concluye con un duelo de miradas entre el agresor y la madre de la víctima ante unos maniquíes decapitados y desmembrados, una representación de la cosificación de la mujer, “Tu hija me miraba como me miras tú ahora, así…” desde la incomprensión y el miedo.
De entre los muertos a la mesa de Frankenstein
Facing Of, (2015), la animación de la italiana Maria Da Razza, denuncia la violencia mediática contra las mujeres mediante la difusión de la imagen de mujer irreal y perfecta que la sociedad lanza como modelo de feminidad. La reconstrucción a la que se someten muchas mujeres para obtener una aceptación social, apoyada en clásicos del cine. Un cirujano plástico que adorna las paredes de su consulta con carteles de El jovencito frankenstein (Mel Brooks, 1974) y la recuperación de su estado original tras un accidente aéreo, un choque con la realidad que la baja de las nubes. Los primerísimos planos de la protagonista y la banda sonora recuperan Vértigo (1958) de Hichtcock en todo momento.
La mula
Más que animalizada, con Pasaje no reembolsable (2015), Emilia Ruiz, también muestra a la mujer cosificada, convertida en un objeto usado para transportar droga. Dos minutos asistiendo a cómo una mujer, de la que apenas alcanzamos a distinguir partes de su cuerpo, es obligada a vomitar en un aseo bastan para que el público, en este caso, el adulto, se estremezca incómodo. Dar espacio en la mirada a historias que no se cuentan, más que dilatar rasga pupilas a lo real obliga a no cerrar los ojos y a afrontar lo desconocido.
Ambas sesiones, con adultos y con jóvenes, propiciaron la exposición de opiniones y el debate. A los adultos, hombres y mujeres, les incomoda el reconocimiento de micromachismos en sus conductas, e incluso algunos muestran dificultad a la hora de entrar en análisis y debates sobre la Violencia Machista sin personalizar la cuestión e intentar justificarse. Por su parte, la mayoría de los jóvenes ni siquiera reconoce el machismo en sus relaciones de pareja, para ellos es más fácil condenar una muerte que reconocer ejercer o sufrir una violencia psicológica ya que esta no la consideran como tal. La normalización de las conductas violentas a través de los medios de comunicación, sobre todo de la televisión, el cine y los videojuegos, ha hecho mella en su forma de ver el mundo y de ver las relaciones de pareja, así como su rol en ella.
Para las chicas aún existe un escollo más. Cuando alguna alza la mano para denunciar un comportamiento machista para con ella o para con cualquiera de sus compañeras, se ve sometida a abucheos de una mayoría que la recrimina amparada en la masa anónima del público y si alguno de ellos se destaca para opinar, lo hace reclamando una atención a las víctimas masculinas de violencia, buscando el alivio de sentirse más cerca de la víctima “protegida” socialmente, creen ellos, que del actor de tal violencia, el maltratador.
Por otra parte, cuando alguno de los chicos se muestra públicamente en contra de la Violencia Machista se ve reconocido por los aplausos de ellas y el silencio de ellos, para los hombres que se alzan contra la Violencia Machista no hay abucheos.
Estas reacciones me ayudan a reflexionar y a concluir en la importancia y necesidad de visibilizar todos los tipos de violencia para, por un lado dejar de normalizar conductas que están muy lejos de serlo, y, por otro, para que la sociedad asuma su papel en la persistencia de este problema estructural que dificulta sobremanera el camino hacia la igualdad, ese estado en el que hombres y mujeres encuentran su lugar sin sentir que aquel o aquella con quien lo comparten les arrebata el más mínimo aire para continuar construyendo una sociedad justa.
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