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lunes, 04 de enero de 2016
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El informalismo en Pedro Moya: la dimensión de lo moderno / Javier González de Vega
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Y es igual que lo que hagan se pueda llamar realismo, nueva figuración o abstracción. El arte, como siempre, sólo se divide en bueno y malo, y la inspiración, el saber expresar y el lograr conectar con la sensibilidad del espectador son dones que se dan a muy pocos.
Pedro Moya reivindica su derecho a hacer Arte Grande con presupuestos informalistas y abstractos.
En los cuadros, que llamaremos así por no utilizar la fea palabra de escultopintura, el artista madrileño formado en la Facultad de Bellas Artes de Granada, no hay nada dejado al azar, ni una concesión a lo fácil o espectacular. Igual en las grandes obras que en el pequeño formato, cada cuadro tiene una «personalidad» independiente.
Un signo frecuente de la obra sincera es que se reconozca fácilmente la identificación de la misma con quien la hace. Un cuadro de Pedro Moya difícilmente se confundirá con el de otros artistas. La «caligrafía», la estructura mental, el empleo de los materiales reflejan una claridad de conceptos y una afortunada facilidad para expresarlos.
Al leer la biografía del artista no sorprende saber que es un espléndido dibujante y que en un momento hizo arte hiperrealista. La pulcritud, el orden, el equilibrio en las composiciones retratan a un investigador.
Los materiales empleados, igual da que sean capas gruesas de pintura, que restos de hierros herrumbrosos, alambres casi convertidos en tela de araña, viejas tejas o trozos de madera teñidos por el tiempo, tienen una función tan clara, tan decidida, y logran unos resultados tan convincentes, que difícilmente puede uno imaginar que pudiesen sustituirse.
Hay una serenidad, una armonía, una «divina perfección» que ordena un cosmos heterogéneo y múltiple.
El colorido, apoyado en ocres, sienas, viejos amarillos, tiene de pronto reverberaciones de verdes o de blancos que podrían no estar allí.
«Espejo negro»
Hay un mensaje sutil pero permanente, de que lo eterno funciona hacia atrás y hacia adelante. Los cuadros de Pedro Moya son absolutamente modernos porque son tan antiguos como el ser humano.
Los signos son las huellas del hombre a través de la historia, y si cualquiera de los cuadros puede estar en la más exigente selección de arte contemporáneo, su presencia no habría alterado tampoco a nuestros lejanos abuelos la Edad del Hierro, que encontraban la belleza en el reflejo de un sílex o en el verdear del musgo en un tronco de árbol. Es fácil augurar a Pedro Moya un futuro meteórico en el confuso mundo del arte de hoy, y sólo deseamos que ningún fácil éxito le mueva de su silenciosa seguridad ni banalice la fuerza de su expresividad.
Pedro Moya
EL ÓXIDO DE LOS DÍAS
Del 12 al 30 de Enero de 2016
Sala de Exposiciones
CajaGranada
Paseo de la Estación, 6
JAÉN
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