Esta tarde he pasado un par de horas rompiendo libros en un sótano de la calle Chindasvinto número 78 de Madrid. Al principio me sentí raro, pero fui cogiendo el gusto a medida que arrancaba de su lomo la Ley de Enjuiciamiento Civil. Era el que me había tocado en suerte. Cuando acabé con él me lie con uno sobre sanidad infantil. Además de otra veintena de personas que destripaban en silencio sus volúmenes, había libros intocables en una estantería, una secuencia de portadas de libros conocidos proyectadas sobre la pared y una frase impresa en un pequeño papel con unas palabras de Andy Warhol sobre una modesta mesilla iluminada por un flexo blanco:
“Cuando veo a gente vestida de un modo espantoso (…), trato de imaginarme el momento en que compró aquella ropa y creo que pensaba: ‘Esto es fantástico. Me gusta. Me lo llevo.’ Uno no puede imaginarse cómo se le ocurrió comprarse esos pantalones marrones de poliéster color barquillo, o ese gorro acrílico con Miami escrito en letras brillantes. Uno se pregunta qué rechazaron como no hermoso ¿Un gorro acrílico que decía Chicago?"
A la derecha se apoyaba en la pared una gran pancarta pintada a mano en blanco sobre papel de envolver marrón:
“Como toda biblioteca pobre solo tiene libros buenos”.
¿Los malos los estábamos haciendo trizas para hacer una alfombra de letras, fotos y dibujos? ¿Para que después subamos a la planta baja de la calle Chindasvinto número 78, en el barrio de Carabanchel, con otra mirada?
El sótano y la planta baja pertenecen a un edificio de dos plantas más que la Fundación San Martín de Porres mantiene para acoger a excluidos sociales; personas sin techo que aquí encuentran comida, cama y agua. El caso es que los de fuera incitamos a los de dentro a romper libros. Y los de dentro, que lo prepararon todo, se animaron, también en silencio.
Así es “dentrofuera” algunos jueves; un “encuentro”, como lo llama Julio Jara, autodenominado “artista sin techo”, voluntario en la casa y hacedor de esta efímera instalación pensada y propuesta por Mariano H. Ossorno y el Centro de Iniciativas para la Recuperación del Tiempo Perdido: “La biblioteca de los pobres”, dentro de su proyecto Biblioteca Desfavorable.
Vuelvo a la pancarta que nos daba la bienvenida. Se me acerca un habitante de la casa:
-Sin techo: ¿Te gusta?
-Yo: Bueno…
-Tiene un fallo ¿Lo ves?
-Sí, le falta el acento a sólo.
-No. Es la N.
-¿Qué le pasa a la N?
-Que está al revés. Me equivoqué y luego no podía arreglarla… se iba a quedar muy chapuza.
-Pues te ha quedado muy bien. En una agencia de publicidad te darían un ascenso.
-¿?
-Nada. Además, la E también te ha quedado chula.
-Yo sólo he escrito eso, los demás han escrito el resto de la pancarta.
-¿Y porqué vives aquí?
-Porque la vida me va marcha atrás.
-Tienes un acento que me suena ¿De dónde eres?
-De un pueblo de Almería, de Purchena.
-Yo de Almería.
Como es de suponer, el sin techo, que ya se llamaba Juan Manuel, y un servidor intimamos a costa de la provincia que nos vio nacer, a él dos años después que a mí aunque ahora parece que fueron veinte antes.
Terminamos de romper nuestros respectivos libros, me habló de su familia, “Los Ávila” de Purchena, y recordamos cuando él estudiaba en el Centro de Formación Profesional en la Rambla de Belén y yo unos cientos de metros más abajo en la misma acera, en el colegio de La Salle, en la capital.
Subimos a la planta baja de la calle Chindasvinto 78 y desapareció prudentemente por una puerta de este edificio que es hogar de personas sin suerte y otras veces es lugar de arte en tránsito. De dentro afuera.
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