Es un aroma de tu boca lo que desapacigua mis labios
en esta gélida quietud que mana, terrible y atroz
del eco de tu risa violeta,
de la estela adherida a las huellas de tu piel
-luna de terciopelo
en la que se regocijan todos los sueños
que te quisieron encontrar-.
Me gustaría llorar un poco
para vadear tu ausencia,
para retornar, aunque sea levemente
a la tibieza de la lluvia que me regalaste,
a la muda palabra de nuestros cuerpos
resbalando sin cesar hasta inventar aquel país:
país sin nombre,
sin fronteras,
país sin casas, sin nada,
país que nadie mas habita.
Conquista de nuestro fuego.
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